Costumbres campesinas – Edgar Graterol

nací y me crié en un pueblito
con costumbres campesinas,
y valores arraigaos
seguro que el que me escuche,
si es maduro y es del campo
se siente identificao.

eran tiempos de respeto
en los que to’ los muchachos,
sabíamos hace’ un mandao
y toavía en cualquier bodega,
nos daban corotos fiaos.

uno se iba callaíto
repitiendo po’ el camino,
lo que le habían encargao
porque si algo le faltaba,
lo esperaba era un fajao.

yo voy a escupi’ en el suelo
y lo quiero aquí de regreso,
antes que se haya secao
así nos medían el tiempo,
y ojalá que a los adultos
les habláramos golpeao.

se echaba la bendición
con todas las de la ley,
rezaíto y conversao
se pedía con reverencia,
sin sombrero arrodillao.

cuando hablaban los mayores,
usté’ no veía un muchacho
de metío ni de asomao,
ni pasando por el medio
sin haberlo autorizao.

se comía buena sardina
con pasta, también con granos,
eso sí bien aliñaos
de maíz pelao las arepas,
que se alternaban con yuca
y el topocho sancochao.

carne de la cacería
de lapa, picure o danta,
y también la de venao
con cubierto era muy raro,
comíamos era mojao.

al llegar la ribazón
nunca faltaba en la mesa,
buena ración de pescao
una tapara con suero,
y un ají bien apretao.

cuando uno se sentía mal
le daban un sello mágico,
y ahí mismo ‘staba aliviao
la diarrea por más de fuerte,
con una terramicina
siempre se había controlao.

pastilla con limonada
nos ponía a suda’ la fiebre,
y hasta ahí llegaba el resfriao.

la bosta ‘e vaca con leche
muy buena pa’l sarampión
si alguien no lo había pasao,
y con tuche del café
se curaban los cortaos.

Los carritos eran potes
y atrapábamos chicharras,
con un frasco recortao
cada quien hacía su trompo,
y un palo y una cabulla
qué buen caballo amansao.

de las cajas de cigarro
sacabamos los billetes,
y apostábamos sobraos
los gurrufíos eran chapa
con pabilo atravesao.

con zapatos didavén
y chancletas tuti fruti
recorríamos el poblao,
y nos llevábamos las metras
después de haberlas pisao.

de las cajas de cigarro
sacabamos los billetes
y apostábamos sobraos,
los gurrufíos eran chapa
con pabilo atravesao
esos juegos de video,
y el vicio ‘e los celulares
por aquí no habían llegao
yo jugué el loco escondío,
con otros juegos grupales
y el loco paralizao.

ningún juego era violento
y ahora es puro echando plomo,
vean a lo que hemos llegao
ah malhaya aquellos tiempos,
bastante lo he lamentao.

que aunque no teníamos mucho
vivíamos más tranquilos,
sin andar tan afanaos,
siempre en estos corre corres
del mundo modernizao.

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